Acerca de la sostenibilidad de la pesquería de anchoveta
Por: Mariano Gutierrez
Preámbulo: breve repaso de las razones para el colapso de las pesquería de 1972-73
Con la invención de la propulsión a vapor y de los motores de combustión interna se inició la pesca de captura de poblaciones de peces a escala industrial durante las últimas décadas del siglo XIX. Se llegó así a una auténtica fiebre por capturar recursos que parecían inagotables.
Antes de iniciarse el colapso de algunas pesquerías, y habiendo transcurrido ya la primera mitad del siglo XX, el aún escaso número de científicos pesqueros se preguntaba qué mecanismos subyacían detrás de los ciclos biológicos de las especies, es decir que se comprendía que las tasas de captura no se mantendrían eternamente en un nivel alto. Los primeros modelos de dinámica poblacional describían sólo de manera teórica la manera como una población incrementaba o reducía su abundancia en el tiempo en base a ciertos parámetros. Sin embargo, algunos de ésos parámetros, siendo muy importantes -como los que tienen que ver con la edad y el crecimiento-, eran muy difíciles de medir y entonces el hecho de tener que recurrir a supuestos matemáticos condujo, en muchos casos, a incrementar el peligro de colapsos que finalmente terminaron produciéndose de manera casi epidémica.
La razón subyacente que los primeros modeladores de la dinámica poblacional buscaban para validar esquemas de manejo que en la práctica no funcionaban adecuadamente era –tardamos mucho en comprenderlo- el componente ambiental y su efecto sobre los ciclos biológicos. Para buscar respuestas efectivas se sistematizó la investigación oceanográfica y pesquera bajo un enfoque basado en la variabilidad climática. Así fue como en el Perú el evento El Niño fue catalogado como una amenaza para la anchoveta.
Sólo después del primer colapso de la pesquería de anchoveta que siguió al evento El Niño de 1972-73, comenzamos a interiorizar las advertencias que ya se habían manifestado: que no se podían mantener tasas de captura tan altas por períodos tan prolongados sin pagar las consecuencias.
En tanto el desastre no nos tocó directamente no prestamos demasiada atención a las experiencias ajenas y a los riesgos de tan alta inversión realizada, ya que nadie se percató de que el “momento climático” ya estaba declinando para la anchoveta a finales de la década de 1960. Entonces la ‘sobrepesca’ fue el pretexto perfecto para enmascarar el hecho de que las vedas y restricciones previas no alcanzaran el efecto deseado, que era el de la sostenibilidad de la pesca en niveles altos por períodos ilimitados.
Visto en perspectiva, el colapso de 1972-73 era tal vez el precio que había que pagar para lograr una evolución en el manejo pesquero (“golpe enseña”) y en el conocimiento científico local que se impulsó durante la segunda mitad de la década de 1970, la primera parte de la de 1980 y de la segunda mitad de la de 1990 en adelante.
Sostenibilidad: no solo el manejo es importante
Sostenibilidad es el conjunto de condiciones que determinan la estabilidad del nivel poblacional (abundancia) de una especie en particular. Parte de esas condiciones son biológicas, otras ecológicas y climáticas, y por último pesqueras y de manejo; en estas dos últimas casi siempre es posible percibir algún nivel de influencia política, pero todas estas condiciones varían y se superponen en diversas escalas de tiempo y de espacio.
Durante mucho tiempo se consideró que un manejo pesquero estricto, basado en criterios científicos, tecnológicamente moderno, respetuoso y riguroso en la aplicación de las leyes, y ejecutado por un equipo de expertos, era el secreto para una pesquería sostenible y sustentable. Un ejemplo de que esta ‘conceptualización ideal’ no funciona no es ninguna pesquería peruana, lo es por ejemplo el colapso de un recurso tan estudiado como el bacalao, o cualquier otra de las especies comercialmente valiosas de un Mar del Norte rodeado íntegramente por naciones desarrolladas que no lograron la sostenibilidad de la explotación de sus recursos vivos.
La realidad mundial nos demuestra que no hay posibilidades de una real sostenibilidad solo con los elementos científicos que hoy manejamos. Hoy en día ya se habla de la necesidad de un “enfoque ecosistémico aplicado a pesquerías”, es decir que necesitamos conocer cuál es el papel que cumple cada especie en el ecosistema, pues de ellos va a depender la decisión sobre cuáles especies extraer sin alterar el equilibrio o ‘sostenibilidad’ de las poblaciones. Por ejemplo, la abundancia actual de depredadores insaciables como los calamares -en muchos lugares- está relacionada con la ausencia de ballenas, que son las que controlaban la abundancia de los cefalópodos.
El caso de la anchoveta peruana
A pesar de las altas tasas de captura, la anchoveta parece hallarse en un saludable y ‘sostenible’ nivel poblacional. Esto es así a pesar del ritmo de captura que venimos ejerciendo desde hace casi una década durante la cual los días de pesca se ha ido reduciendo año a año como producto del ingreso de más embarcaciones. Esta situación prueba dos cosas: (1) el productivo ecosistema peruano de afloramiento está cobijando a una especie como la anchoveta que está en el auge de su éxito ecológico debido a una serie de circunstancias que asegurará su dominio en tanto se mantengan las condiciones predominantemente frías actuales; y (2) el relajamiento de las medidas de manejo permitió el ingreso de un mayor número de barcos que ejercen un esfuerzo de pesca que puede alterar en cualquier momento el nivel poblacional de anchoveta.
Por ejemplo, entre los meses de mayo y junio del presente año se capturaron 2 millones de toneladas de anchoveta. No ha habido en ningún otro lugar un esfuerzo de pesca comparable a éste, que en realidad ha sido un caso bastante común los últimos años en el Perú. No hay forma de esperar que este ritmo de capturas continúe sin provocar en algún momento un daño irreversible (o muy lentamente reversible), pues la posibilidad de que estas ‘carreras olímpicas’ se lleve a cabo en un momento inoportuno es realmente alta. El presente año, para citar un ejemplo, se han tenido dos extendidas intromisiones consecutivas de la Extensión Sur de la Corriente de Cronwell (ESCC), la cual puede introducir distorsiones en el ecosistema, entre ellas, la mortandad masiva de juveniles, o los cambios drásticos en el comportamiento normal de las especies.
En términos de corto y mediano plazo es esperable que las condiciones frías actuales se mantengan por lo menos hasta el final de la presente década, pero en todo caso una hipotética transición hacia condiciones más cálidas no puede realizarse de manera tan brusca que ponga en peligro por sí misma la sostenibilidad de la pesquería de anchoveta. Ello implica la necesidad de efectuar un esfuerzo de pesca de niveles mucho menos intensos que tendrán el efecto benéfico de constituir un seguro (“colchón”) contra efectos climáticos previstos o imprevistos.
En cuanto al nivel de desembarques, la reducción del número de barcos no implica una menor captura anual. En realidad en los años más recientes se han manejado cifras de biomasa acústica que son bastante más altos que la cifra finalmente capturada, lo cual ha contribuido a resguardarnos de sorpresas ambientales negativas (la sucesión de ondas Kelvin de finales de 2006, por ejemplo).
Con el nuevo esquema se espera por lo menos mantener similares niveles de captura pero sobre períodos más extendidos, lo que seguramente contribuirá a obtener cotizaciones más altas para la harina y conservas de pescado, es decir, proveer mayor rentabilidad y sostenibilidad al negocio pesquero. Una vez que el ciclo frío culmine, lo cual puede tomar de 8 a 10 o más años, se espera que la abundancia de anchoveta decline gradualmente para dar paso a otra especie (jurel ¿? Pota ¿?), pero no se espera un colapso en la medida en que se vigilen las buenas prácticas de manejo. Para ese escenario de largo plazo tal vez se puedan manejar tasas de captura de 2 o 3 millones de toneladas de captura de anchoveta por año, a las cuales se podrá agregar las que se obtengan de otros recursos. La alta productividad del ecosistema garantiza la disponibilidad de altas biomasas de recursos pesqueros, y por lo tanto la sostenibilidad de la pesquería independientemente de la composición de las capturas.
Conclusión
El mejor seguro para tener una pesquería sostenible es ejercer los mismos controles que se vienen aplicando, pero al mismo tiempo la reducción del esfuerzo de pesca resguardará la calidad del ecosistema y su capacidad para ‘absorver’ los eventuales efectos de los cambios climáticos de corta duración (El Niño, ondas Kelvin, ESCC). Por lo demás, las características del ecosistema garantizan una alta productividad de recursos pesqueros independientemente de las tendencias o escenarios climáticos de mediano y largo plazo.
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